15/10/08

Placer sanguinario, mas allá de la ira


…Estaba oscuro y los andenes de aquel callejón aun estaban impregnados por ese fétido olor a orina concentrada. Como si no les importase, yacían en la acera los bultos dormidos de cuanto mendigo la noche embistió, soportando el frío de la noche y el hedor del recinto. En la esquina solo se escuchaba el farfullo de las prostitutas que aguardaban la llegada de algún cliente soberano. Fue entonces cuando a un par de metros, vi de espaldas aquella figura humana, agraciada, poco esbelta, blanco de mi furia. Vestía una falda negra muy corta, clásica, con aberturas a los lados, y una blusa muy ceñida a su cuerpo revelaba la falta de armonía en su silueta. Su género, lo desconocía, pero asumí una presencia masculina por su torpeza al andar de sus tacones. Ella como siempre aun no perdía la esperanza de encontrar detrás de algunos vidrios el rostro de su próximo cliente. Ya las otras prostitutas se habían marchado y solo quedaba mi victima y mi ira. Caminé más rápido y con un poco de desesperación. Fue entonces cuando me acerque tanto que mis ojos miraron los suyos y se clavaron en ellos como dos proyectiles de guerra. El momento era extenso. La noche, muy próxima a su fin, me insinuaba al oído que ya había llegado el momento de acabar con mi angustia. Sin embargo no me apresuré, mas bien lo disfruté. Apreté entonces el cuchillo que llevaba en las manos y que había sido mi dulce compañía durante el trayecto y arremetí contra su cuerpo debilitado por el trajín y una vez posesionado de su abdomen extraje el cuchillo y lo volví a introducir y así muy lentamente lo hice una vez más, y una más, y una más. Afortunadamente su cuerpo allí tirado en el asfalto permanecía con signos de vida. Aun podía oler su miedo, percibía su angustia y eso me llenaba de placer, era satisfactorio sentir como su vida se iba en su último respiro. Entonces tome nuevamente con fuerza el arma que tanto me había hecho avanzar… pero esta vez el blanco fueron sus ojos, sus tristes ojos pardos que imploraban por su vida, la sangre brotaba como lágrimas; fue entonces cuando llegué a mi mas alto punto de placer, el clímax, la meta, vi como su alma se despedía de su cuerpo y pude entonces irme en paz…

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